sábado, 17 de abril de 2010

"Los archivos griegos", de Blanca Andreu


Hola a todas y todos:

Nos llamó la atención recientemente un lector con un correo a nuestro buzón. En él nos señalaba como en el suplemento cultural ABCD de las Letras del diario ABC, una primera reseña no muy positiva del libro de Blanca Andreu escrita por José Luis García Martín, tampoco es que fuera negativa, había sido corregida por una nueva reseña del mismo libro, escrita esta vez por ese amigo de todos y crítico con nada apellidado Jambrina. Nos sorprendió la noticia pero luego recordamos que el libro está publicado por una editorial que pertenece al grupo Planeta. Y en un país de pelotas, miserias económicas y aduladores, ¿cómo se iba a permitir un suplemento que alguien diera un poco de caña a un libro del imperio planetudo que, por cierto, acaba de comprar el 50% de Círculo de Lectores? Nos sorprende que García Martín no haya dicho nada y que el resto de sus compañeros hayan callado de esa forma. Claro que uno de ellos, el todopoderoso García-Posada, es miembro del consejo de la colección de Vandalia, donde se publica el libro.

Tampoco anda muy lejos El Cultural. Díaz de Castro es otro crítico de gustos muy conservadores y su poesía es extraordinariamente antigua y arcaica. Quizás por eso tenga las narices de decir que este es el mejor libro de Andreu en una reseña que es una de las peores del año.

"Los archivos griegos " se dividen en seis partes, la primera de las cuales lleva el mismo título que el poemario. Comienza con un primer poema, "Oda a los perros de Atenas". El verso es largo, sin llegar aquí al versículo, y el tono es eminentemente elegíaco y simbólico, a la vez que culturalista y narrativo. Alguna imagen waltdisneysca, los perros bajando de los frisos, y un tono general que, pretendido o no, suena igual de antiguo que las ruinas de las que bajan los perros-dioses de la leyenda. En "Mar griego", el poema siguiente, el tono es muy similar en forma y fondo, incluyendo su final recortado y aireado. La poeta usa tres comparaciones en el mismo poema, a cada cual peor: "Estaba triste como un traje manchado por los gorriones." La voluntad de conservadurismo poético, de sonar viejo sobre lo que ya suena viejo, es muy notable. Parece como si estuviéramos leyendo un libro escrito a comienzos de los años 80, una mala imitación de un Luis Antonio de Villena en sus peores momentos.

Hay un afán de asentamiento en el clasicismo, sin ninguna voluntad revisionista o irónica, que asombra. Si en el segundo poema las islas cimbrean, o en el primero aparece el perro esbelto como una gacela y "majestuoso como la Acrópolis", no nos extraña encontrar "se diría una herida hecha en el muro" en el tercer poema, mucho más breve que los anteriores, pero no menos relamido.

El monólogo interior en "La copa blanca", la breve elegía a Juan Benet en "A un ciprés de la Acrópolis", con la adolescente comparación ciprés vs. persona alta, las "lágrimas de dríade" en "Doradas lágrimas", la cursilería extremista en "En Lefkes", donde los pétalos del crepúsculo se abren sobre el mar "como una enorme y sorprendida rosa", todo el conjunto de esta primera parte es sorprendentemente neoclásico y culturalista en su léxico y en la forma de entender la retórica. La voluntad es de recreación en la comparación más gastada y terrible. El corazón es ahora "de terciopelo" y sólo nos queda esperar que el resto del libro cambie porque, sin quererlo, estos poemas parecen una parodia, o lo que es peor, una broma pesada.

La segunda parte lleva por título "Opus nigrum" y viene precedida por una cita del Mio Cid. Los poemas de esta sección son más heterodoxos. De un patetismo exacerbado se podría calificar el poema "Muy lentamente sobre ti", poema sobre el tiempo en el que la acumulación de metáforas que tratan de definirlo llega al paroxismo de la retropoesía, en una imitación de los peores poetas del barroco. El tiempo aquí es cinta constante que se enarbola vestido de oro y camadas de estrellas, "matemática joya", "catedral de los días", "templo de las acciones"...A continuación un poema sobre Irak y una "Primera Conclusión", que nos retrotrae en cierta manera a la primera Andreu, sin la brillantez de aquella, repetida ahora, aunque con cierta fuerza, que queda algo deslavazada entre tanto poema débil y monótono. El poema posterior, un poema amoroso de verso corto, es otro buen poema, como lo es el siguiente, "Contra faraón": "con tus oscuras patrañas negras como el terciopelo de un prestamista". Desafortunadamente, la llamada de Grecia es demasiado poderosa y termina con un poema a Aquiles, que sin llegar al patetismo de los primeros poemas, no aporta nada a esta segunda parte, deslavazada pero sustancialmente la mejor del libro.

"Dos poemas del monasterio de la luz" es el título de la tercera parte, con un primer poema breve, supuesto homenaje a Shakespeare que se queda en un simbolismo caduco y vacío. El segundo poema, "Negro espiritual", abunda en un problema que destacamos en la primera parte: la exagerada carga de comparaciones, y la nula originalidad de las mismas destrozan por completo al poema. Sólo en la primera estrofa hay seis comparaciones, algunas de esta índole: "las esperanzas volaron en bandadas como legiones de codornices". El arcángel de Medellín está asfixiado ante tanta acumulación retórica, que también incluye una buena ración metafórica ("mientras la luna latía en lo alto del cielo del pentagrama") convenientemente edulcorada.

La parte siguiente tiene el inquietante título de "Pazo de las golondrinas", y efectivamente, en cada uno de los poemas aparecen aves aunque no sean siempre golondrinas. Son poemas breves, casi todos ubicados en un entorno pastoral y bucólico, con cierto aire elegíaco, como en "Ecos", donde el cliché comienza el poema: "Miro por la ventana de mi infancia". La repetición de temática y forma, en "Es extraño": "Hay mañanas de julio que vuelan / como partituras / como invisibles golondrinas...". La variedad está en la especie de aves: "Dos pavos reales abren en el boj / sus corolas azules igual que lunas griegas", lo cual debe servir como enlace al substrato helenista del libro. Sólo un poema se salva de este horror golondrino: "Proezas". En él Andreu se baja del limbo ateniense, normaliza el lenguaje, y sitúa a su padre en un nido, con ironía inteligente, "con chaleco y bigote".

Con el título de "Marinas" Blanca agrupa un conjunto de poemas con el tema de mar como fondo. El primer poema ya nos indica lo que sospechábamos hace tiempo: que el tono general del poemario no sólo es neoclásico sino también neobarroco. Y decimos neo únicamente porque está escrito en el siglo XXI. Y decimos barroco por: "a qué prado / donde pacen / sirenas". Cuál será nuestra sorpresa ante el título del segundo poema: "Como un pastor de Garcilaso". Junto con la primera parte, ésta es la segunda gran sima del poemario. Es realmente alucinante que alguien, sea quien sea, acepte la publicación de estos versos tan rematadamente malos. El recurso de escribir un título y describir metafóricamente el mismo difícilmente puede ser hecho con peor oficio y menor originalidad. Un ejemplo:

Espuma

Gacela blanca
vuelas
sobre el arco de la ola
como un inacabable lirio blanco
o una rosa
de sal
interminable.

Entre niños días que tocan la siringa, "salados rebaños que coronan las olas", mugidos celestes y demás versos-pesadilla, terminamos con toda la rapidez posible esta parte del libro que tanto huele a algas reposadas en la orilla.

"Del otro reino" es el título de la última parte del libro. Todavía conmocionados por las marinas, los tres poemas están precedidos de una cita de Rubén Darío. Comienza con un poema titulado "El cisne negro de Granada". Se trata de un cisne cuyo cuello se dobla "como una rama al viento de la tarde", con "la quilla de su pecho de mojado azabache". El cisne le cuenta su dolor al sujeto poético-poeta, y es probablemente su dolor el tener que escuchar semejantes versos que se acercan o pasan la definición de ripio. Los dos últimos poemas, sin llegar a la bajura del cisne negro, no andan demasiado lejos.

Está claro que el director de colección y el consejo asesor de la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara no son precisamente postmodernistas. Pero si están buscando algo plenamente conservador, por favor, que elijan un libro digno de ese nombre, no esta colección lamentable de lugares comunes, poemitas y malas imitaciones que reflejan como una poeta puede entrar en declive literario y que ese declive parezca que no tiene fin. Con estos críticos en primera línea de los medios, con estas editoriales poderosas publicando libros tan malos, y con poetas avanzando hacia atrás con una sonrisa en la boca no vamos a ningún sitio.

Valoración del libro "Los archivos griegos": 1 / 10