viernes, 5 de noviembre de 2010

Y Sierra rechazó el Premio Nacional


Por fin un artista rechaza un Premio Nacional. No podía ser un poeta, terreno demasiado abonado como para que no apeste. Tenía que ser y ha sido un artista plástico comprometido, honesto con sus ideas y que guarda fidelidad entre sus denuncias y sus actos. Un ser rarísimo en nuestro país.

Santiago Serra, desde aquí, nuestra más sincera enhorabuena por tu ejemplo de ética, independencia y trabajo. Por una vez un artista español tiene la dignidad que han tenido otros artistas, incluidos poetas, en muchos países.

Y señores buscapremios, pelotas municipautonomicosestatales y doctorandos en basuras varias: aprendan. La poesía no es llevarle las carpetas al profesor ni limpiarle el culo con papel satinado de 200 gramos. Tampoco es llamar a los directores generales de los libros para buscar huecos monetarios, viajes del Cervantes, jurados y estancias prolongadas. Ni arrastrarse por las sedes de las editoriales que premian para ser uno más de los desgraciados. Ni aceptar el dinero fácil que exige, sin necesidad de pedirlo, callarse ante lo que está ocurriendo a nivel social en España. Ni escribir el mismo libro que espera el mismo editor y los mismos lectores. Ni premiar a los amigos porque ellos te premiarán a ti. Ni posar con ropa de moda mientras la gente pierde sus trabajos y vidas. Ni buscar el sitio en el festival también de moda a través del networking masivo. Ni contactar a los reseñadores por si se les puedes chupar algo.

Todo esta mierda que nos rodea y asfixia por fin tiene alguien dispuesto a rechazarla. A decir que en nuestro nombre NO. Que el arte no necesita que un Estado diga lo que es bueno o malo y ponga su mano encima. Que los artistas no necesitan los premios nacionales sino es para quemarlos junto con el resto de premios que ensucian con sólo mirarlos.

Y que hay un artista en España que no se vende y se llama Santiago Serra.

Nos han recordado que podemos ser libres.

Hoy es un gran día, amigos y enemigos.

http://www.elmundo.es/elmundo/2010/11/05/cultura/1288967314.html