miércoles, 10 de junio de 2009

"Versos y ortigas" de Julio Llamazares


Hola a todas y todos:

Esta semana traemos el libro de Julio Llamazares "Versos y ortigas", que reune su poesía, podríamos decir que completa, desde 1973 hasta 2008. Edita Hiperión.

El libro es una reedición de sus dos poemarios completos hasta la fecha ("La lentitud de los bueyes" y "Memoria de la nieve") a la que se ha añadido un grupo de primeros poemas bajo el epígrafe de "Inicios", otro pequeño grupo de poemas de un libro esbozado titulado "Retrato de bañista", y finalmente "Las ortigas", donde se reunen unos cuantos poemas escritos entre 1984 y 2008. En total, hablamos de un libro de aproximadamente 125 páginas que contienen la poesía del poeta leonés.

Julio Llamazares publica "La lentitud de los bueyes" en 1979 con 24 años y, según dicen las crónicas, desde el primer momento su poesía tiene una buena acogida crítica y de público. El libro se ubicó, creemos que acertadamente, dentro de una corriente neobarroca que, en sus primeros libros, acogería más tarde a poetas como Juan Carlos Mestre, Margarita Arroyo, Isla Correyero y otros poetas. Cada uno de ellos ha evolucionado de manera muy distinta y quizás sea Llamazares, al quedar como referencia suya sus dos primeros poemarios, el poeta que con mayor asiduidad se ubica en el neobarroquismo, con los matices peculiares de su poética.

En "La lentitud de los bueyes" Llamazares se convierte en un simbolista de la tierra. Su verso es, por extensión, salmódico, verso que repetirá en su siguiente libro. Su temática es la del tiempo, existencial, el recuerdo y su memoria. Y su técnica es barroca, en especial, en la gran carga metafórica y comparativa que ejerce sobre los versos además del cromatismo de algunos pasajes.

Temáticamente tres son los conceptos principales sobre los que se mueve el libro: soledad, olvido y tiempo.

La soledad es el alimento del tiempo en palabras del poeta. El olvido son arenas movedizas, pero es salvación. Cuando Julio habla de aquellos tiempos mejores dice muy claramente que "Y no tuvieron otro dios que su existencia ni otra memoria que el olvido." Pero es más claro si cabe cuando habla del antónimo del olvido, es decir, del recuerdo: "Y en el recuerdo está el origen de la autodestrucción". Lo cuál puede ser tan cierto como que el poeta sigue buscando el recuerdo a pesar de todo. En cualquier caso, el olvido "supone transcendencia".

El poeta se sitúa en la desesperanza: "No quedará por tanto ninguna perspectiva de retorno". La libertad no es posible en nuestro tiempo porque "Yo vengo de una raza de pastores que perdió su libertad cuando perdió sus ganados y sus pastos." Las expresiones que utiliza a veces llevan adjetivos que fortalecen el ambiente melancólico y de angustia: "agonía frutal", "hoz helada que espera", etc.

En "Memoria de la nieve" vuelve el canto, casi un blues, a la memoria de unos tiempos ya perdidos, tiempos anhelados que el poeta parece situar en la Hispania romana, a tenor de la cita de Strabon. Tiempos en los que "hubo un dios por cada hombre sobre la tierra." Es sin duda el libro más épico del poeta, con guerreros ("He aquí la tumba del guerrero sin nombre") y cazadores, imbuido en la melancolía de la arcadia perdida. Su intento de rescate de la memoria colectiva es legítimo en cuanto a ensoñación, y no es sólo la colectiva la evocada. Recordemos el poema de los bardos que pasaban por el pueblo, por ejemplo.

El primer verso del libro ya define el propio título del poemario: "Mi memoria es la memoria de la nieve.", en un buen primer poema. De nuevo es el tiempo el eje sobre el que se vertebra la temática: "No existe otra espiral que el bramido del tiempo." Y es la nieve la que, casi al final, termina sepultando a la memoria: "Pero la nieve siguió cayendo mansamente y sepultó su memoria para siempre." Una nieve que finaliza sepultando todos los puentes. La soledad por tanto como epílogo: "Solo estoy, en esta noche última, como un toro de nieve que brama a las estrellas."

"Retrato de bañista", esbozo de poemario del que sólo existen tres poemas cortos, es una pequeña continuación al estilo y formas de los poemas anteriores aunque sin algunos de los defectos, y excesos, de sus precedentes. Destacamos este largo verso:

"Abandonaron ya sus dados los mendigos. Junto al gran lago de Isoba, un animal sin ojos bebe la maldición del sol. Aguas negras y acero, entre la niebla helada la muerte viene y va."

Por último, "Las ortigas", que habían sido de sangre en un poemario anterior, recoge poemas escritos entre 1984 y 2008. Si bien la mayoría de poemas siguen escritos en versos salmódicos, la carga retórica se reduce de manera considerable. El significante es más sencillo pero también lo es la forma. Incluso podríamos hablar de una cierta confesionalidad. A nivel temático, el tiempo, la memoria, los recuerdos, ahora la infancia, siguen muy presentes, pero el tono épico ha sido puesto de lado. No hay demasiada brillantez en estos últimos poemas ni tampoco grandes errores. Son versos que se leen y se olvidan sin mayor trascendencia.


Es lógico pensar que el primer libro de Julio tuviera el éxito que tuvo en 1979, una época dominada por los excesos culturalistas (que han logrado llegar a estos lares y si no leed el último libro de Guillermo Carnero), y en la que "La lentitud de los bueyes" supondría un cierto aire fresco que ya había iniciado Gamoneda con "Descripción de la mentira". ¿Cómo valoramos a día de hoy, treinta años después, su poesía?

Los libros de Llamazares no han envejecido lo bien que esperábamos. En especial, la carga retórica de metáforas, simbología y comparaciones, nos parece por un lado poco brillante y por otro lado repetitiva.

En el primer terreno podríamos mencionar, a título de ejemplo, algunos extractos de versos: "Hay racimos de soledad en tus manos", "El esparto ha crecido entre las grietas del placer", "La tristeza que madura lentamente en el panal del corazón", "la alameda de los sueños", "descorro la cortina de niebla que levanté...en torno a mi memoria", "derrama el sol su sangre por lánguidas riberas.", "las carretas se atollan en el fango del tiempo", "Nieva...sobre los páramos de mi memoria" Algunos versos serían más barrocos que neobarrocos, cercanos al gongorismo: "y la sospecha de lo dulce cercano pone en ella preguntas de bronce.", "los ojos de la anciana son blancos como nieve". El uso de la comparación con el adverbio "como" es a veces muy seguido y repetitivo.

El léxico, sin embargo, se adecua perfectamente al tema. Se enriquece con un lenguaje que busca la conciencia rural en sus descripciones: las bayas rojas del acebo, las guedejas de lana, abrojos, los campos de urces, el orégano y la genciana, las paneras, sebes de espinos, lábanas de nieve, etc.

Hay versos magníficos por otra parte. A modo de ejemplo: "Y ahora ocultamos en lugar seguro la sangre de aquel árbol que resistió al diluvio y al amor del esparto"; "Ese día en que sus ecos sean viejos. Tan viejos y apagados como el canto del último urogallo" o:

"Un vagabundo me habla de inmortalidad. Y en mi interior el espesor de la música alcanza el color de la nieve."

En el terreno de las repeticiones, opinable como casi todo lo que decimos, la múltiple repetición de ciertas palabras (nieve, acidez, agrio, nata, dulce), colores (amarillo) e incluso de reflexiones hace que en tan sólo 120 páginas de obra completa los textos suenen demasiado similares.

En el campo del surrealismo, que a veces se ha mencionado junto con Llamazares, lo cierto es que apenas son pinceladas en unos pocos poemas, pinceladas que el poeta realiza con talento: "y muchachas hermosas, asesinadas a carcajadas mientras la orquesta humilde se alejaba tras los árboles." Este verso que apuntamos ahora quizás os recuerde a un verso similar de otro poeta escrito años más tarde: "Más allá, en su memoria, los ciervos se incendiaban como flechas de sangre:".

Nuestra valoración numérica de la obra de Julio Llamazares hasta la fecha no pasaría de un seis. Es evidente que hay aciertos en poemas completos y brillantez en algunos de sus versos. Pero creemos que el neobarroco que practicó requiere detrás a un poeta extraordinario para que sus versos no "amarilleen" con los años. Y opinamos que Julio Llamazares no llega a ser ese poeta.