
Queridos lectores:
Esta semana tenemos un libro radicalmente distinto al de la pasada semana. Ambos son dos libros buenos de poesía, por muy distinta que sea la forma en la que se aproximan a su construcción.
La poesía completa de José Watanabe que nos presenta Pre-Textos, con prólogo de Darío Jaramillo, comienza con el poemario "Album de familia", de 1971, cuando el autor no había cumplido todavía los 30 años. Su estilo, sin embargo, está ya presente aquí, y seguirá sin grandes cambios hasta el final. El lenguaje es cotidiano, sencillo, coloquial, casi "lacónico". El verso es largo, despreocupado del silabeo. El tono es predominantemente narrativo, con un componente biográfico significativo.
Destaca la importancia que el poeta otorga al plano visual. Su mirada, en las ocasiones más acertadas, se acerca a esa mirada de niño con la que se supone que deberíamos ver las cosas los poetas. Es esa visión capaz de descubrir lo extraordinario en lo cotidiano quizás la seña más importante del estilo del poeta peruano. A eso habría que añadir un sano sentido del humor, que con los años se irá haciendo más negro. En cuanto a su estructura, el poeta deja caer en bastantes ocasiones la fuerza del poema en su tramo final.
En este primer poemario, "Album de familia", el poeta no miente al título y nos hace un retrato familiar. Hay una especie de inocencia en las cosas que escribe el poeta y una envidiable búsqueda de la irresponsabilidad:
"Hoy hemos fingido ser expertos en publicidad,
hemos fotografiado a todo el mundo con el hueco de la mano,
y textos para un producto imaginario nos han sobrevolado con persistencia."
Su sentido del humor, y su capacidad para extraer poesía de donde no la hay aparece en poemas sencillos pero llenos de poesía como "Flores de plástico". Su vida de oficinista, triste y gris, aparece también en varios de los poemas. De repente, un "Poema trágico con dudosos logros cómicos" nos saca del ambiente casi cómico del libro. El tono se mantiene negro pero a la vez travieso en su "Informe para mi hermano muerto en la infancia": "¿Te ves con papá?", pregunta el poeta.
"El huso de la palabra", 1989, es su siguiente poemario, casi veinte años después de su primer libro. A pesar de los años transcurridos, el estilo sigue siendo Watanabe: confesional, irónico, narrativo, etc. Hay excepciones, algunas extraordinarias, como la "Canción mágica para la cacería", que, efectivamente, es un texto que roza el misterio. El primer poema con nombre de animal, de los muchos que vendrán luego, es "La Mantis Religiosa", una metáfora del amor algo sobrecargada visualmente. También Watanabe comienza a escribir poemas metapoéticos, una costumbre que no llega a ser una obsesión, pero que no abandonará en el resto de su vida. Destaca, en este terreno, el poema "Los versos que tarjo":
"¿Es esta la palabra exacta o es el amague
de otra que viene
no más bella sino más espectacular?"
A veces el poeta juega con lo que podría denominarse una variante del realismo mágico. Suelen ser poemas por encima de la media. En "El huso de la palabra", dentro de este estilo, destaca el poema "La Danza", que se puede adscribir a ese grupo de poemas donde la realidad es algo difícilmente definible:
"Fue cuando apareció en la sala la raíz blanca, extraviada e inquietante
de un árbol callejero."
Como poema que juega con esos finales sorpresivos que le gustaban al poeta podríamos mencionar "Sala de disección". El sujeto poético observa a los estudiantes cotejando su libro con el cuerpo del cadaver cuando
"Sorpresivamente
una burbuja brillante brotó del interior del cerebro
como un mensaje venido de la otra margen,
y no había boca que lo pronunciara."
El libro va pasando por poemas menos interesantes, o bien porque se apoyan excesivamente en lo narrativo, y lo narrativo no tiene demasiado interés, o bien porque el final sobre el que descansa el poema falla.
En "Los iguana" Watanabe vuelve a conectar con la magia y establece un paralelismo brillante entre los habitantes de su pueblo y las iguanas:
"Allí pagaremos nuestra deudas,
...
como la iguana gris que sólo baja los párpados displicentes
para ver contra el sol
el color de su sangre."
La tercera parte del poemario, Krakenhaus, narra su estancia en un hospital aquejado de una grave enfermedad. Destaca por su nivel el primer poema, titulado "El nieto", elegía que evoca a su abuelo materno:
"la gente no muere de un órgano enfermo
sino de un órgano que inicia una secreta metamorfosis
hasta ser animal maduro y dispuesto
a abandonarnos."
A pesar de su estancia en el Pabellón de Cáncer, como menciona en el último poema, el tono general se aleja del agonismo fácil e incluso se permite seguir con la ironía:
"¡Mira que tu miedo es la única impureza en este cuarto aséptico!"
El tercer poemario de José Watanabe es "Historial Natural", fechado en 1994. En su primera parte, "La Zarza", el paisaje se torna desértico, la arena llega a parecer la única sustancia, el yo está ubicado en un lugar remoto y el tono se vuelve oscuro, en especial en poemas como "Camposanto". Hay un ligero tono existencial que no habíamos visto en anteriores poemas.
En la segunda parte de nuevo el mundo animal cobra su protagonismo y destaca el diálogo que emprende con una oruga en el poema "La oruga". Nos acordamos de Hart Crane en "El puente". La tercera parte, "Historia natural", es un retroceso a la infancia del poeta, a la vida humilde que debió vivir, destacando los poemas que hacen referencia a su hogar. Hay recuerdos de olores, elegías a su madre y a su hermano, poemas oscuros como "La muriente" y, en general, ganas de cambiar el mundo, que se reflejan en los últimos versos de esta parte:
"¿Sería posible, Copérnico,
sumar los movimientos de su mano
con los infinitos otros de la misma índole
y hacer uno solo
para que la vida que gira sobre tu teoría
sea rápidamente bella
como en este tejido de Cajamarca?"
En "Museo interior", la última parte, Goya, Segal y Munch dan un final temático bastante pesimista. En la "Coda", ofrece dos poemas metapoéticos, en el segundo de los cuales, "Arte poética", se ríe no sin razón, de las poéticas tan queridas por algunos.
"Cosas del cuerpo", 1999, es el cuarto poemario de Watanabe. La primera parte, del mismo nombre, comienza con una ingeniosa personificación del lenguado:
"...Mi vida
depende de copiar incansablemente
el color de la arena.."
En "Animal de invierno" el poeta se aproxima al misticismo en su búsqueda del hogar en la montaña:
"Hoy, después de millones de años, la montaña
está fuera del tiempo, y no sabe
cómo es nuestra vida
ni cómo acaba."
Hay también algún poema erótico, como "La ranita", donde Watanabe asocia a este animal con el clítoris. Despues de "Tres canciones de viaje" viene, quizás, la parte del todo libro más divertida: "Vichanzao". Si algunos, como Marzal, creen que la poesía es incompatible con el humor, aparte de otras muchas lecturas, le recomendaríamos algunos de estos poemas. "Vichanzao" empieza con un poema místico, "En el ojo del agua", de los mejores del libro. Ya en este primer poema se apunta lo que viene:
"A los cincuenta años
ya sabes que ningun dios te va a hablar claramente."
Destacan por su inteligente sentido del humor los poemas "Canción" y "La vuelta". En la última parte, "Otros poemas", continua la ironía, destacando "La convicción", poema de humor negro que transcurre en un cementerio.
En el año 2000 el poeta escribe una versión de la obra de Sófocles "Antígona", que ha sido incluida en el libro.
En el año 2002 Watanabe publica "Habitó entre nosotros", donde hace un recorrido por la vida de Jesucristo siguiendo la cronología evangélica. Aunque en un principio parece que el poeta va a seguir con su sana ironía ("Yo grité en el desierto / que vuestros pecados eran gordos como puercos.") lo cierto es que conforme transcurre el libro, los poemas se acercan más a la ortodoxia y se hacen menos interesantes. Entre todos destaca "Oración en Getsemaní" que comienza de esta forma brillante:
"Los olivos nunca crecen con decidido afán
de cielo, irgiéndose rectos y sin dudas.
Los olivos se retuercen nudosos y ásperos como gente atormentada."
"La piedra alada" pertenece ya a 2005. Su primera parte, "La piedra alada", se centra en el paisaje y en el mundo mineral a través de una observación minuciosa. En "La piedra del río" Watanabe hace un guiño a sí mismo:
"...Ay poeta,
otra vez la tentación
de una inútil metáfora."
En las "Tres canciones de amor" que siguen a esta parte el poeta afronta con humor e ironía sus historias de amor. "Arreglo de cuentas" insiste en temáticas ya leída del autor: el pueblo, los animales, los recuerdos del pasado, etc. Los "Epílogos" no nos evitan pensar que el autor parece que ha entrado en una cierta sequía creativa.
Su último poemario es "Banderas detrás de la niebla" (2006), que comparte algunos de los problemas que comentamos en "La piedra alada". La elegía, la metáfora a través del animal o su propia descripción, el ahondamiento en el pesimismo, el desierto como paisaje, están presentes. Destacaríamos el poema "Vieja con perra", por su capacidad de observación de una estación de autobuses, "La isla", hermoso cuento, y "En la calle de compras", donde el poeta muestra su aguda reflexión sobre lo cotidiano. Termina el poemario con un buen poema mitológico: "El otro asterión".
De los poemas que aparecen como inéditos, hay un poema interesante sobre la cruz, otro por su descarada aproximación escatológica titulado "Intestino", pero resalta por encima de todos, como uno de los mejores poemas de todo el libro, "Film de los paisajes", original y extraordinario poema, divertido a la vez que lírico, que nos recuerda al mejor Oliverio Girondo, tan querido en este blog.
José Watanabe fue un poeta hábil, brillante en ocasiones,que jugaba con las posibilidades de una mirada privilegiada, divertido, entretenido...Es posible que en sus dos últimos poemarios se repitiera estilos y formas ya escritos por él pero, a pesar de esto, sin ser un renovador sino un sencillo poeta, con algunos poemas extraordinarios, su poesía nos vale y nos acoge. Watanabe es uno de esos poetas que trae lectores a la poesía.
Valoración del libro "Poesía completa. José Watanabe": 7,5 / 10
P.D.- Dejamos un enlace de un vídeo de youtube del poeta aunque no tenga buen sonido. Lo incluimos no sólo porque nos gusta poner las voces de los poetas sino también porque los jurados de los premios de este país deberían de aprender algo de un poeta que se lee la obra de cien autores cuando ejerce como jurado. Aquí, en los supuestamente importantes, se leen por encima diez y luego se llama a dos o tres conocidos para que sean los ganadores. ¿A qué alguien se siente directamente aludido?