miércoles, 28 de octubre de 2009

Kirmen Uribe: "Mientras tanto cógeme la mano"



Hola a todas y todos:

Esta semana, a petición popular al buzón, traemos el libro de Kirmen Uribe “Mientras tanto cógeme la mano”. Edita Visor.

La autovaloración sobre nuestra presunta objetividad es complicada. De nuevo, cómo no, Visor, y ha sido un premio nacional de narrativa que huele demasiado a política. Más de lo normal, queremos decir. Situamos nuestra nota entre un 0 y un 2. Bajo cero.

Antes de empezar, nos estremece la contraportada, mezcla de medias verdades y de, ¿errores?

En ella se indica que el libro es Premio Nacional de la Crítica (con esas pomposas mayúsculas). El libro fue premio nacional de la crítica para obras escritas en vasco. A nuestra observación de siempre sobre el carácter ostentoso del título de este premio (es un premio de una asociación de críticos, el artículo “la” le confiere una afectación y exclusividad ridículas), hay que añadir el carácter mucho más reducido del verdadero premio del libro, circunscrito a la lengua vasca. Vemos que la misma media verdad aparece en la página del PEN americana, y por tanto responsabilizamos al autor en un caso claro de hinchazón de CV por omisión de sintagmas.

Dice la contraportada, además, que la versión inglesa fue premiada por el PEN American Center como “finalista al mejor libro de poesía traducido al inglés el año 2007 en EEUU. (sic)”. De risa. En primer lugar, muchos americanos no son tan fantasmas como algunos de por aquí y no se atreverían a decir que un libro es el mejor o uno de los finalistas a mejores libros de poesía traducidos en su país. Existen dos premios a traducciones al inglés que organiza PEN. El más importante es el PEN Translation Prize. El segundo premio es el PEN Award for Poetry in Translation ("recognizes book-length translations of poetry from any language into English published in the previous calendar year and is judged by a single translator of poetry appointed by the PEN Translation Committee"). Como se puede leer, nada que ver con el carácter de propaganda de la contraportada. Ni es un premio al mejor libro en el año ni nada que se le parezca. Es un premio que otorga un solo traductor a otro, y que el PEN paga con 3000 dólares. Pues de ese segundo premio la traductora fue finalista, no ganadora, junto con otra persona. Y lo fue por hacer la traducción directamente del vasco, algo poco visto en EE.UU.

De la misma forma se habla de que el autor ha publicado su obra en The New Yorker, cuando es la traductora la que llevó a las páginas de esta revista su, para ellos, exótica traducción.

¿Por qué tanto empeño por esta traductora y alguno más en la obra de Uribe? Creemos que no se debe a la calidad del poemario, que anticipamos que es muy baja. Tiene más que ver con el hecho de que sea un libro escrito en vasco. Leemos, por ejemplo, en la contraportada del libro traducido al inglés: "Gracias a Elizabeth Macklin por traer al inglés la poesía de Kirmen Uribe, escrita en la lengua europea más antigua". La minireseña la firma un señor llamado Mark Kurlanski, autor del libro "La historia vasca del mundo". ¿El interés es la obra o la lengua? Más bien parece lo segundo. El resto de comentaristas de 4º fila de la contraportada destacan el hecho de que se trata de la primera traducción vasco-inglés sin pasar por el castellano. Desconocemos si eso es verdad pero no hace que el libro sea necesariamente bueno, sino que lo acerca al terreno ya comentado de lo exótico.
Todo nacionalismo necesita reivindicar su lengua para sentir que su territorio es todavía más válido, y así mear a gusto en sus esquinas divisorias. Para una lengua que carece de Cervantes, de Rosalía o de Ausiás, es importante mimar al máximo a sus escritores. Como en este caso parece que hay una ligazón política a la apresurada entronización del autor, no podemos entender, ni creer, que no haya mejores autores para promocionar la lengua vasca. Y lo decimos porque este libro, desde el punto de vista literario, es muy mediocre.

Comienza el libro con una introducción del propio Uribe, introducción con un marcado carácter de estudiante de secundaria, que aleja al autor, por el momento, de cualquier posibilidad de realizar un sesudo ensayo que vaya más allá de comentar que un poema es como una onza de chocolate. Como ya comentó alguien, los ecos de Forrest Gump alcanzan de lleno la poética del autor, en un viaje de ida y vuelta eterno y retroalimentado entre el imperio y el caserío.

En sus siete partes más el poema introductorio (el único salvable), hablamos de una poesía basada en la anécdota familiar, en la historieta de abuelo, en algún poema erótico-glacial, en una melancolía patético- sentimentaloide (el poema “Aquel día”), nostalgia agrícola (“El cerezo”), reflexiones de columna de diario de provincias (“Hoy parece que hemos de ser perfectos también en la cama”), todo ello carente del más mínimo interés narrativo y mucho menos poético.

Es curioso que Uribe, evitaremos llamarlo poeta, diga que “siempre un poema transmite algo nuevo”. Si hacemos caso a su propia premisa, habría que considerar la posibilidad de que no haya un solo poema en todo el libro. Y no nos referimos al poema “No se puede decir”, escrito por miles de poetas antes, aunque nunca de manera tan rematadamente mala. Porque decir

“Mira, el mar mueve la arena
como el viento mueve el trigo.”

no parece que nos transmite nada nuevo. Tampoco con los niños: “Parece un lago helado / en el que se va borrando / el rostro del niño que un día fue.” O con su hermana: “Tiene los ojos llorosos, pequeños / como las fresas silvestres.” Ni siquiera con el mar: “el mar brilla como una merluza. / Las estrellas saltan como escamas.”

Cuando trata del amor es algo similar: “no quiero promesas, no quiero disculpas, / tan sólo un gesto de amor.” O “Tus piernas largas y frías / como el agua de la fuente”; “Es de noche en el hemisferio de sus ojos”

Hay una cosa que nos molesta especialmente del libro y es la felicidad boba que parece mostrar. No estamos hablando de una mirada infantil sino de infantilismo. Ejemplos: “Es domingo en la playa para la gente de buena voluntad.”; el final de “Pesadilla”, el chiste de Bhután, el poema “El extraño” o un Duchamp que parece un imbécil en los diálogos con Aresti.

En un manejo muy torpe de la retórica, molestan especialmente las repeticiones de versos en un mismo poema como “El nunca decía te quiero”, “El tiempo de los árboles” o el terrible “Tecnología”. Se puede sonar igual de antiguo pero no más.

Incluso hay versos que incitan a la risa: “Las heridas de las peras golpeadas no se pueden cerrar.”. Es cierto, ni biólogos ni botánicos se han preocupado todavía sobre el cierre de las heridas en las peras. Vivimos un mundo terrible e incomprensible.

También dice Uribe que el poema es ritmo, como si existiera ritmo en la versión castellana que hemos leído.

Mirad que llevamos libros. Será por el cansancio de tanta poesía mala y mediocre subida a unos altares de barro. Pero terminar un poema a un padre escribiendo “y así terminó también la vida de mi padre, / como un barco que se pierde en el horizonte / girando hacia el Oeste, /dibujando recuerdos en su estela” produce cataratas. Eso y mayo extendiendo su párpado azul sobre el puerto nos llevan a:

Valoración de “Mientras tanto cógeme la mano”: 0,25 / 10

Dice Uribe en un verso que “sin riesgo, no hay nada”. En realidad poco puede arriesgar quien maneja tan mal los aspectos más elementales de la poesía. Que se quede, por Dios que se quede, en la narrativa por muchos años, que siga teniendo tantos colegas en política y que, por favor, la gente no utilice el sustantivo poeta en vano.
Agur.

domingo, 18 de octubre de 2009

Jaime Siles en "Desnudos y acuarelas". José Luis Piquero con "El fin de semana perdido". Contracrítica


Hola a todas y todos:

Hacía tiempo que no dedicábamos nuestras páginas a ejercer una de las tareas fundamentales de este blog: la contracrítica. Sabemos que algunos de vosotros preferís que señalemos sólo los buenos libros pero en un panorama cultural como el español en el que la crítica oficial la hacen cuatro colegas, y la crítica en Internet los otros cuatro colegas restantes y entre ellos, hacen falta mecanismos de contrapoder para que el panorama lector no parezca una colección de bobos asintiendo con la cabeza.

Comenzamos por Jaime Siles. El libro que presenta se titula "Desnudos y acuarelas", edita Visor y ha recibido el XXII Premio Tiflos de Poesía. El jurado era casero incluido el propio editor, Luis Alberto de Cuencia, etc, etc. Una persona como Siles, tan amiga de Chus, que ha ganado tantos premios con él en esa editorial, en fin, nos lleva a la siguiente valoración:

Valoración subjetiva de la ecuanimidad del XXII premio Tiflos de Poesía: 0 /10

Más alto y descarnado se puede decir, pero no más claro.

A un profesional de los premios y jurados Visor como Jaime no le tenemos mucha simpatía. La objetividad, por otra parte, de El Cultural a Visor es cero, por razones que ya hemos comentado en otras ocasiones. Cero para todos en objetividad, incluidos nosotros.

El libro se divide en dos parte, "Desnudos" la primera y "Acuarela" la segunda. No hemos contado todos los versos, por puro aburrimiento, pero creemos que el libro, en sus totalidad está escrito en heptasílabos, lo que le da una monocromía rítmica y tonal que solo la corta duración del poemario hace algo más llevadera. La mayoría de las estrofas son cuartetos rimados. Cualquier tipo de riqueza prosódica no existe. Es un sonsonete monocorde insufrible, con una variación acentual escasísima.

Si en lo métrico el libro resulta soporífero, salvo para Túa Blesa que tanto sabe de música (verlo en youtube), en el resto de apartados la mezcla es de sopor por un lado y de perplejidad por otro. El cómo una persona culta, leída, aparentemente viajada, por encima de la media en sus reseñas y ensayos, puede escribir una poesía tan mala, tan rematadamente rancia en su enfoque neoclásico a veces, barroco otras, es difícil de entender. Leemos la poesía reunida de este señor, nos detenemos en aquellos semáforos, y seguimos avanzando en el tiempo e incluso parece que la involución estilística del poeta no sólo no se ha reducido sino que se ha acrecentado. Este libro que hoy tenemos delante no debería haber pasado el comité de lectura de ningún premio de ayuntamiento perdido o de final de curso.

Podríamos poner ejemplos de versos para darnos a entender. Pondremos algunos pero no queremos aburriros más de lo debido. No sería justo. En el poema "Sucesión de desnudos", unos cuantos versos: "su pubis se asomaba / a un jardín de cobrizos / celajes que cruzaba / una línea azul / sobre un centro de escarcha / sobre el que un breve tul / impedía la marcha." Ohhh, qué bonito. Un poco más adelante: "Estaba contemplando / su cuerpo de delicia /cuando llegó remando una nave fenicia". Parece que delicia no encontró mejor rima que fenicia, nave que desaparece en los siguientes cuartetos.

El poema Acuarelas tiene un tono similar: "y que escribe palomas / en tazas de marfil / mientras miro los lentos / setos de Patinir". En otro poema, la nada de la noche "pulsada por los dedos / de una lejana lira / por cuyas cuerdas pasa / el aire de mi vida." Problemas de salud produce la lectura de estos versos.

Podríamos seguir pero qué sentido tendría. Esto es versificación y de la mala. No es ni siquiera poesía. Tanta cursilería no la soportaría ni el más patético de los románticos del XIX.

Valoración del libro "Desnudos y acuarelas": 0,5 / 10


El segundo libro contracriticado es "El fin de semana perdido", de José Luis Piquero. Publica DVD y esta vez no es un premio.

La crítica la realiza Francisco Díaz de Castro en El Cultural. Piquero puede llevar años sin publicar pero su red de amistades interesantes es amplia y extensa y llega a casi cualquier lugar. Además, DVD es el segundo mejor amigo de El Cultural tras Visor:

Valoración subjetiva de la objetividad del crítico sobre el autor: 2 / 10

Nuestra autovaloración se ve afectada por lo ocurrido en los premios DVD de los últimos años: 3/ 10

Aunque parten de estéticas distintas, la valoración final de "El fin de semana perdido" no va a ser muy distinta a la de "Desnudos y acuarelas". El autor, en su planteamiento formal, confunde moderno con modernez. Algunos siguen pensando que resulta moderno escribir polla, caca, culo, pis...La germanía de nuestra Edad de Oro nos avisa que ser moderno debe ser otra cosa. Como comentaba una mujer en la entrada anterior, es cierto que la masa se enardece cuando en sitios como Bukoswki Club y similares, el poetastro de turno comienza a realizar una especie de "tacos dropping", y el colega, siempre es colega, baja arropado por la masa sintiéndose el nuevo Kerouac. La pandilla le anima y ellos le creen. Es una especie de realismo sucio, tan mal copiado por gente como Roger Wolfe, que todavía es poeta, y copiado en tercera derivada por una caterva numerosa de gente que cree que todo lo que se necesita para ser un buen poeta es estar borracho, fumar todo lo fumable, presumir de una vida sexual conflictiva y leer a poetas tan malos como Bukoswki.

Sin que sea el caso exactamente de Piquero, sí parece que el tono de unos cuantos poemas pretende supuestamente provocar cierta reacción de sorpresa y exclamaciones de atrevimiento, muy propia de una generación como la suya que ha vivido víctima de la represión sexual. Así no es de extrañar que Díaz de Catro, que debe ser de su generación o mayor, hable de provocación. ¿Qué es provocación? ¿Hablar de sexo es provocación? Incluso menciona la palabra transgresión. ¿Sexo entre más de dos personas es transgresión? Venga ya con las palabras reclamos comerciales para atraer a cuatro reprimidos.

En realidad lo que trata de hacer Piquero es una poesía confesional, con algunos toques propios en lo sexual y en cualquiera de sus varias ocurrencias, que caen por un lado en una narratividad carente de poesía y por otro que aburren tremendamente ante las sospechas de que este personaje podría estar enamorado de sí mismo. A los pocos poemas no nos importan ya ni sus aventuras sexuales, ni sus reflexiones de andar por casa, ni su victimismo ni nada de nada. Ni su desamor nos conmueve ni su erotismo nos excita. Ni cuando abandona toda retórica para ofrecer un verso desnudo pero vacío, ni cuando se acoge a ella o con poca fortuna o tirando directamente del intertexto. Es un confesionalismo mal entendido, de taller de poesía, de una calidad poética muy baja. En muchos casos ni siquiera es poesía sino un mal cuento dividido en supuestos versos.

El malditismo suena impostado, además de repetido y antiguo. Ese poema de Caín está ya escrito una y mil veces en el siglo XIX. Ídem con la rebeldía pasada de fecha. El escritor se atreve además a buscar el adoctrinamiento, como si fuera poseedor de una verdad y necesitara transmitirla. En el fondo, es un moralizador como lo demuestra en su poema "Mensaje a los adolescentes".

Pésima poesía realista, pésima poesía confesional, libro que se hace largo al tercer poema, y tiene treinta y cuatro, lo peor del poemario es su carácter circunstancial. La poesía buena realista hace de la anécdota algo universal. En el caso de Piquero, la anécdota se queda en anécdota, incluso cuando trata de hacerla transcender a través de sustantivos abstractos.

El colmo viene al final con ese diccionario de palabras para lectores analfabetos en donde Piquero explica el significado de palabras utilizadas en sus poemas como sinapsis. Otros comentarios sobre sus propios poemas resultan superfluos e intrascendentes.

Tampoco en los poemas que pasan desapercibidos ni en los poemas que destacan sus críticos y amigos ("El abrigo azul", "Wakefield"). Prácticamente nada se salva de este libro que seguirán cantando su enorme lista de amigos, especialmente en prensa local, pero que para nosotros es un fracaso como poesía realista, como confesional y como intento adolescente de transgresión y modernez. Un mal libro de poesía.

Y ya van unos cuantos en DVD. Una editorial que empezó con buenas elecciones, que poco a poco ha ido cayendo en los mismos vicios que las demás, sin considerar su introducción en el mundo de los premios. Seguirá contando con el apoyo de El Cultural y otros medios pero no. Esto se acaba. El último libro, de su propio editor Sergio Gaspar, Estancia, marca una sima de calidad poética difícil de recuperar.

Valoración del libro "El fin de semana perdido": 1 / 10