jueves, 5 de junio de 2008

Darío Jaramillo. Cuadernos de música. El Cultural

Hola a todos:

La pasada semana El Cultural, aparte de olvidarse del aniversario de Juan Ramón y no olvidar el aniversario de su querido, y de hoja caduca, premio Loewe, nos ofreció dos reseñas de poesía. Una de ellas, el premio semanal que El Cultural reseña de Visor, criticado por el premio Melilla de Visor, Francisco Díaz de Castro, con cita final de Vicente Gallego, ni nos molestamos en reseñarlo. Sólo con echar una ojeada al libro en la librería entenderéis por qué. Y a parte es nuestra pequeña manera de protestar por los premios Visor, por la calidad de los mismos, por la actitud de El Cultural, porque un premiado por Visor realice la crítica en El Cultural...Como financia el Ayuntamiento, o sea todos, tampoco creemos que les importe.

El otro libro de la semana, bastante más interesante, es el nuevo poemario de Darío Jaramillo "Cuadernos de música". Edita Pre-Textos. Nos vemos problemas de objetividad por ninguna de las partes. La reseña la realiza Joaquín Marco, que aprovecha bien el espacio y ha leído con rigor e inteligencia el libro. Muy por encima de la media de sus compañeros de El Cultural. Quizás le falta algo más de espíritu crítico para terminar de cerrar una buena reseña.

"Cuadernos de música", es como anticipa el título, una colección de poemas sobre la música, tan enraizada la una con la otra y en el que el poeta presenta cuatro "Cuadernos de música", el último una especie de coda final en la que el poeta vuelve al tema favorito de anteriores libros: el amor.

El primer cuaderno del libro son "Piezas para piano". El nivel general de los diez poemas que constituyen esta primera parte es bueno. Por un lado, se establece un clima general de sosiego y paz, marcado desde el mismo comienzo del primer poema ("La quietud absoluta elimina el tiempo en esta música"). Son frecuentes la utilización de las imágenes como parte de un lenguaje simbolista ("Textura de sauce en otro viento. / Agitación de algarrobo. / Música de clorofila, coqueta al tacto, / seductora."), imágenes que a veces beben del surrealismo ("Sostengo en la otra una inmóvil gota de mercurio"; "Arde un árbol escarlata"), y asociación de la música con Dios con una clara intención mística:

"Digo liturgía, y culto y ceremonia.
Digo comunión y sacramento, iniciación y voto.
Digo rito y estoy diciendo esta armonía.
Esperamos a Pentecostés pero no tenemos prisa.
El piano lo traerá cuando llegue el instante."

Los aspectos que menos nos gustan de esta primera parte son dos. En primer lugar, hay un abuso de dos figuras retóricas en concreto que deben ser administradas con cuentagotas para lograr su efectividad, algo que el poeta no hace. Nos referimos a la sinestesia, de la que contamos cuatro ejemplos en diez poemas ("pero la palabra tiene el color de la jacaranda florecida"); y nos referimos también a la paradoja, de nuevo otro poemario cargados de paradojas, de la que contamos seis al menos en esta primera parte ("tacto que tantea y no toca", "y en un luego sin luego..."). En segundo lugar, el lenguaje utilizado por el poeta en ocasiones lleva una carga de uso importante, sin que se le dé una nueva salida al mismo ("Brisa de seda", "destrozo rumbos", "silencio de algodón", etc).

En la segunda parte, "Piezas para violonchelo", el lenguaje ahonda más en su carga mística y, las sinestesias ("Verde es el silencio interior que provoca esta música, / verde con un verde de todos los colores") y paradojas ("juego de palabras sin palabras"), están están mejor distribuídas y con mayor acierto. El tema de la música y la poesía es un tema muchas veces tratado por muchísimos autores. En este sentido, se echa en falta una mayor dosis de originalidad. Por ejemplo, "No fue el verbo en el principio" seguido de lo que el poeta considera que fue el principio es algo que hemos leído ya en muchas ocasiones. Igualmente ocurre respecto al lenguaje usado sin nuevas salidas que comentamos anteriormente ("El viento mece las sombras", "un recinto construido en el aire por estas notas"). El lenguaje, en ocasiones, suena excesivamente artificial y retórico.

Se siente más cómodo el poeta, o al menos transmite mejor su capacidad lírica, cuando ahonda en su misticismo:

"Ronroneo místico.
Esquivo rumor para conectar a los ángeles esquivos.
Ración felina de Dios, iniciación".

Igualmente:

"Entrar en lo sagrado.
Sin salir de la tierra
sentir que es de Dios este cuerpo mortal
y sentirlo con un regocijo verdadero".

Por supuesto, a veces el poeta sorprende con versos geniales ("y un aliento cálido y frutal que canceló la infancia") o con enumeraciones muy acertadas:

"El tiempo se desploma y no lo vemos,
piedra traslúcida, luna de nada, tortuga y halcón.
El tiempo nos abarca, nos rebasa y avanza."

Termina el apartado músical en el tercer cuaderno, de nuevo dedicado al piano. En esta parte, la música deja el protagonismo simbólico a la luz y sus sombras. Son 21 poemas, algunos de ellos de dos versos. El lenguaje tiende a lo esencial en esta parte en la que el poeta ya no escribe con las figuras retóricas antes señaladas, y en el que el ejercicio de lirismo se ve a veces sobrepasado por un léxico sobrecargado y esteticista ("Nieve perfumada de los almendros en flor", "Bailan los rosales con la brisa"). Aunque hay momentos muy buenos ("Es el amanecer, / es el primer amanecer del mundo, / la luna en el poniente, / los potros soñolientos"), quizás sea la parte más floja de las tres dedicadas a la música.

Y cierra el libro "Some presents moments of the future", nueva paradoja, con dos versiones. En la primera el poeta imagina el encuentro con su amada. Utilizando un lenguaje erótico pero contenido, el poeta cuenta literalmente las horas. El poema no nos convence debido a su falta de originalidad, no sólo por el planteamiento sino especialmente, de nuevo, por el léxico utilizado ("Desde ya mis dedos codician acercarse a tus abismos", "Vamos a volar...", "ebrios de nuestro galope interminable", "ebrios de ti") y termina con una paradoja tampoco especialmente original ("y caerás hacia arriba"). La segunda versión está a años luz de la primera, rebosante de versos acertados, con un planteamiento lírico mucho más efectivo, alejada de estereotipos, y que acaba de esta forma magnífica:

"duremos este tú y yo,
beso, saliva y piel,
duremos."

No es "Cuadernos de música" el mejor libro del autor. Al libro le falta originalidad en muchas partes del poemario y le falta una mayor riqueza de recursos. Aún así, hay poemas muy buenos a lo largo del todo el libro, libro que de nuevo, como viene siendo habitual últimamente, es bastante irregular. Nuestra valoración, por tanto, se queda en ese lado templado que no nos gusta especialmente.

Valoración del libro "Cuadernos de música": 6,5 / 10