Hombres necios que acusáis
      a la mujer sin razón,
      sin ver que sois la ocasión
      de lo mismo que culpáis:           
 si con ansia sin igual
      solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
      si las incitáis al mal?           
 Combatís su resistencia,
      y luego con gravedad
      decís que fue liviandad
      lo que hizo la diligencia.           
 Queréis con presunción necia
      hallar a la que buscáis,
      para pretendida, Tais,
      y en la posesión, Lucrecia.           
 ¿Qué humor puede ser más raro
      que el que falta de consejo,
él mismo empaña el espejo
      y siente que no esté claro?           
 Con el favor y el desdén
      tenéis condición igual,
      quejándoos, si os tratan mal,
      burlándoos, si os quieren bien.           
 Opinión ninguna gana,
      pues la que más se recata,
      si no os admite, es ingrata
      y si os admite, es liviana.           
 Siempre tan necios andáis
      que con desigual nivel
      a una culpáis por cruel
      y a otra por fácil culpáis.           
 ¿Pues cómo ha de estar templada
      la que vuestro amor pretende,
      si la que es ingrata ofende
      y la que es fácil enfada?           
 Mas entre el enfado y pena
      que vuestro gusto refiere,
      bien haya la que no os quiere
      y quejaos enhorabuena.           
 Dan vuestras amantes penas
      a sus libertades alas,
      y después de hacerlas malas
      las queréis hallar muy buenas.           
 ¿Cuál mayor culpa ha tenido
      en una pasión errada,
      la que cae de rogada
      o el que ruega de caído?           
 ¿O cuál es más de culpar,
      aunque cualquiera mal haga:
      la que peca por la paga
      o el que paga por pecar?           
 Pues ¿para qué os espantáis
      de la culpa que tenéis?
      Queredlas cual las hacéis
      o hacedlas cual las buscáis.           
 Dejad de solicitar
      y después con más razón
      acusaréis la afición
      de la que os fuere a rogar.           
 Bien con muchas armas fundo
      que lidia vuestra arrogancia,
      pues en promesa e instancia
      juntáis diablo, carne y mundo.           
 
 
4 comentarios:
Estupendo poema, y muy oportuno. A ver si sirve para hacer un poco de pedagogía...
Reencontrarse así de sopetón con esta escritora inmensa trae buenos recuerdos. Es curioso que poetas que teóricamente no conocieron el amor físico como Sor Juana o como San Juan de la Cruz supieran describir tan bien el sentimiento y la pasión, aunque fuera desde la alegoría. Personalmente siempre he pensado que algún amor físico hubo en sus vidas, pero quizás sea trasnochado romanticismo.
Juana fue una adelantada de su tiempo. Jamás he entendido su cambio final pero me da igual. Su poesía, y su actitud durante casi toda su vida, merecen una enorme admiración. Una poeta ya para siempre.
Era hija ilegítima y eso probablemente influyó mucho en su vida, teniendo en cuenta el círculo en el que se movía.
Los estudiosos dicen que salvo en la última etapa de su vida, no fue una mujer religiosa. Se recluyó en un convento para leer y escribir. Y yo también pienso que nadie puede escribir así del amor sin haberlo vivido.
Besitos a todos
Me gustó mucho este poema. Lo ví por vez primera en los vagones del metro de Madrid, y me llamó tanto la atención que lo busqué posteriormente para leerlo tranquilamente. Es increible que hace 4 siglos una mujer, y religiosa, pensará así, cuando actualmente seguimos teniendo no sólo hombres sino tambien mujeres, esos pensamientos que nos siguen limitando, y que vamos liberándonos de ellos muy paso a paso. Un saludo
Publicar un comentario