lunes, 11 de febrero de 2008

Vicente Gallego. Si temierais morir. Babelia, El Cultural, segunda semana de 2008

Como siempre, antes de empezar, queda ya muy poco tiempo para que podáis votar a los mejores poemarios de 2007. Os animamos a hacer un último esfuerzo y a mandar vuestros votos. Muchas gracias.

Antes de empezar también, queríamos poner a la luz una conversación, con el permiso de la persona, aunque no tenemos el permiso para decir su nombre, que tuvimos hace poco con un/una premiado/ada con un nacional de poesía. Nos hablaba esta persona, curiosamente dado quien es, de que los monopolios en ningún sitio son buenos, y en poesía tampoco. Nos comentaba que desde el año 2000, de los ocho premios nacionales concedidos, cinco habían sido publicados en Tusquets. Aunque no nos dijo el porcentaje, efectivamente que más un 60% de los premios vayan a parar a la misma editorial parecería indicar que o sólo Tusquets hace un buen trabajo y los demás hacen lo que pueden, o que hay gato encerrado.

Afortunadamente los premiados más recientes han sido muy plurales en su concepción de la poesía, pero habría que pensar más en por qué ocurre esto. Nos comentaba esta persona que, curiosamente, aunque Internet tuviera sus problemas, veía una cosa positiva. Cuando dentro de 50 años alguien analice la poesía española de comienzos de siglo XXI, no analizará tan sólo las reseñas de poesía de los periódicos sino que mirará también lo que se escribía en ese mundo tan real como el papel llamado Internet. Y nos comentaba, "menos mal, porque si no ese alguien pensará que todos los que hacían críticas estaban de acuerdo en un pensamiento único que resulta descorazonador". Así que, para ti que lees esto cuando ya al menos nosotros ya no estaremos, que sepas que de pensamiento único, nada. Y que por eso, precisamente por eso, estamos aquí. Un abrazo desde el pasado.

Y comenzamos con Babelia, que trae una única reseña de poesía: "Si temierais morir", de Vicente Gallego. Edita Tusquets. Realiza la crítica Ángel Luis Prieto de Paula. Ángel Luis es el primero de los cuatro críticos que aparece en las tapas del mismo libro alabando el poemario. Su objetividad es probable que esté en un nivel medio siendo optimistas:

Objetividad a priori del crítico en nuestra opinión: 6 / 10

Respecto a la nuestra, de todos es conocida nuestras reticencias hacia los premios Loewe y Ciudad de Melilla. Ambos premios adornan el curriculum del poeta: 5 / 10.

A pesar de ser el primer crítico citado, también aparece Luis Antonio..., en la crítica Ángel Luis no parece entusiasmado con el libro. Tampoco parece lo contrario. Quizás es difícil en tan poco espacio que les dejan expresar lo que uno quiere, pero no cabe duda que Ángel Luis tiene capacidad de sobra como escritor para meter en un sms una reseña. Quizás no ha querido ser más claro.

El poemario se divide en dos partes: Antes, y Ahora.

Antes comienza con un poema, "Humo de pajas", dedicada a Carlos Marzal, amigo de Vicente, en lo poético, en lo premiado y en lo parapoético. De hecho, la escritura de ambos se parece cada vez más y más.

Este primer poema es un buen comienzo, aunque desgraciadamente está por encima del nivel de calidad del resto del poemario. El tono reflexivo, la figura del padre, sea ésta real como en este caso, o espiritual como en otros casos, serán puntos comunes del resto del libro.

Algunos de los posibles defectos del poemario, que apenas se dejan entrever en el primer poema, aparecen con mayor determinación ya en el segundo, dedicado a Miguel Angel Velasco (de un plumazo los tres Loewes seguidos). El tono reflexivo continúa, pero se anticipa que la profundidad de las reflexiones va a ser escasa y que, por el contrario, el lenguaje va a estar muy alejado de lo que se podría denominar "cotidiano". El léxico de Gallego va a estar profundamente afectado por un barroquismo, muy del gusto de algunos poetas de la misma zona, que va a lastrar enormemente su capacidad de transmisión poética. Como ejemplo de lo primero: "¡Si nos lo hubieran dicho / que estar vivos sería / un asunto tan serio!". Como ejemplo de lo segundo: "donde sonaba ayer el agua queda".

El segundo ejemplo viene a demostrar no sólo el conservadurismo léxico sino también el conservadurismo métrico, muy propio de todos los miembros afines de su generación, en la que parece que no hay salida fuera del heptasílabo y del endecasílabo, alias silva. Esto lleva a que el autor haga un uso frecuente del hipérbaton y de palabras rebuscadas para ajustarse al patrón métrico. En su conjunto, todo queda con una textura antigua, falsamente clásica. Si buena parte de la poesía moderna a nivel mundial se escribe como una reflexión compleja utilizando palabras sencillas, en el caso de este último libro de Vicente Gallego nos encontraríamos justo en la orilla opuesta.

Sólo hay que atender al comienzo del tercer poema: "Quién obliga / este afán". Ya en el cuarto poema comienza a aburrirnos el poemario. Miramos el resto de páginas que quedan, hasta la 120, en un gesto que repetiremos muchas veces hasta acabar el libro. Hacía mucho tiempo que un libro de poesía no se nos hacía tan pesado de leer, tan aburrido, y nos aportaba tan poco, tanto en lo poético como en lo humano.
"Esta vida / no es vida, es sólo menester". Nos sorprende la falta de originalidad, el eco, no la voz.

Y en el quinto poema ya, asoma sin timidez otro de los grandes problemas que, a nuestro juicio, posee el poemario. Comenzamos a atar cabos cuando ya casi al final del poemario aparecerá un poema dedica al crítico Francisco Díaz de Castro y recordamos la crítica del mismo al libro de Miguel García Posada. Ambos libros pecan de un amaneramiento estilístico que quizás se podría soportar si ocurriera en un sólo verso pero en este libro se repite con abrumadora frecuencia. Ejemplo en este quinto poema: "En tu campana azul, aurora rosa, / la vírgula del sol despliega el mundo /". Y de nuevo la falta de originalidad, tanto en los versos "...se satura / el cielo de azafranes" como a nivel reflexivo "la vida siempre urgente...".

Y el amaneramiento, la excesiva ornamentación del verso, su sonido antiguo que no clásico, la constricción que supone el corsé métrico ("va en compaña de muertos"), se repite a lo largo de todo el poemario hasta la extenuación, hasta que de tanto almíbar ya el azúcar no se puede disolver. A modo de breve muestra: "Si una chispa pudiera / ... / de mil penas de amor prender la música"; "Entre dos nubes peina / el arpa de la luz los corazones / que ahora miran arriba y allí ven / la madrugada arpista pulsadora"; "y con sus palmas limpias ha extendido / el mantel sin doblez del firmamento."; "De un aire que pasaba, enamorado; del pétalo en la tromba"; "en su blanco organdí la carne grave"; "y allí, en la caracola / doliente del oído"; "Ni una onda tremola en desacuerdo"; "la rosa y el jazmín de la inocencia"; "jamas perdidamente / se embriagó ningún enamorado / como éste libando / el agua que le dabas de azucenas.".

Ocurre lo mismo con la construcción reflexiva de los poemas, casi naif en algunos casos: "Llegamos sin quererlo; / partimos sin querer"; "Me he mirado despacio / y no me encuentro."; "¿Qué haría el que primero / hallara el don del fuego..."...

Y ocurre también lo mismo con las metáforas que escribe el poeta, a nuestro juicio, muchas veces fallidas por la imagen y/o por su falta de originalidad tanto temática como constructiva: "Ya viene a reclamar / la lámpara del juicio su derecho"; "y ahora doma / -para que no alborote - / al potro de la idea"; "En este gran colmado / donde todo se vende"; "No han de verlo mis ojos / al que prende esta dura / vela larga de sed / en el vaso del alma"; un involuntario homenaje a Bart Simpson "Tú eres antes que el Uno / y multiplicas / por cero cuanto aquí parece ser".

Entre este panorama poético que parece un fallido homenaje al barroco del siglo de oro ("Jamás imaginé que se pudiera, / tan de gusto y favor, / ser así sometido", "ha obtenido su ser y halla custodia / en celda de topacio"), hay algún poema que nos gusta. En "El soñador", Vicente consigue transmitir poesía, hablando además de uno de los temas más difíciles y en donde más sencillo es caer en la cursilería: el amor a los hijos. Qué pena que el tono más sobrio y más poético de este poema, y decimos poético en lo que se refiere a transmisión de sentimientos y no a carga retórica, no sea el tono dominante del libro sino la excepción que en pocos otros sitios encontramos: "cuando el ceñido apuro de vivir / se despasa un botón y respiramos"

Termina la primera parte con el poema espiritual "Padre", que a pesar de la metáfora fallida del ajedrez, o del homenaje involuntario a los Simpson, es de los mejores del libro, pero estamos ya agotados, y lo que es peor, aburridos, del poemario. Hay métrica, ritmo, pero siempre el mismo, hay un abundante aparato retórico demasiado visible, el barroquismo mal entendido agota, la falta exagerada de comunicación poética, de descubrimiento, ya nos ha cansado. No ha habido emoción, ni acercamiento al misterio, ni nada.

La segunda parte, de un tono más optimista (el agua ya no ahoga, / me lava y refresca; "y en la boca pondré de mi cadáver / la rama siempre verde"; "Ya no miro, / celebro y acompaño...), incide en los mismos problemas de la primera. Al margen de la estética, una poesía reflexiva debería estar basada en pensamientos que tuvieran algo de novedoso, o en su concepto o en su forma de expresión. Nada de esto hay en el poemario. El lenguaje nos aleja de él ("la endecha de mi amado", "Decliné componendas", "me prodigué en los desatinos", "Negadme, si gustáis", "como sirve el tesoro su alcancía"; "oculta la resina lanceolada", "al trueque de su último denario"; "a broza su saliva"; "...¿Cómo puede / amargarnos la prez de las medidas?; ) y parece confirmar lo que dice en uno de sus poemas: "todas huecas, palabras".

Un poemario que podría ser de uno de esos libros escritos por poetas posteriores al siglo de oro que trataban de imitarlo pero sin la brillantez ni el oficio de los originales. Ni por el lenguaje ni por las referencias, parece que estemos en el siglo XXI. Y no porque el poemario sea intemporal, sino porque ya ha nacido viejo, como un niño de barba blanca.

En resumen, un poemario reflexivo en el que las reflexiones ni son originales ni son escritas de manera original, una métrica repetitiva que además obliga a continuos retorcimientos sintácticos forzados, un léxico, a veces también forzado por el corsé métrico, tan poco natural como rebuscado, una profunda falta de comunicación de la poesía que podría llevar el poeta dentro, y, finalmente, el aburrimiento al que enseguida llega el lector en un poemario al que le sobran páginas, hace que nuestra valoración no pueda ser ni mucho menos positiva:

Valoración de "Si temierais morir": 4 / 10

Esta fue la única crítica de Babelia de poesía aunque curiosamente tanto la edición digital como la escrita tenían el nuevo libro de relatos de Muramaki en la sección poesía. Evidentemente la crítica la hace uno de los críticos de narrativa.

Y para terminar, vamos a ser muy breves con El Cultural. Una única reseña de poesía, dedicada a la enésima antología de Hiperión. Por supuesto, nombres muy interesantes en la antología al lado de nombres que no nos interesan. No hay nada nuevo, ni vemos motivos para reseñar un libro cuyos autores tienen multitud de poemarios a la disposición en cualquier librería. Muchos nombres Hiperión, por supuesto. Una línea más para el cv de quienes lo necesiten, que no son todos. Y otra reseña más de una persona que se está convirtiendo por méritos propios en el crítico que nadie quiere que le toque. ¿Resultan creíbles los halagos que grita José Luis Moreno cuando anuncia a un artista al escenario?. Pues eso.