
Esta es una crítica a Addison de Witt como colectivo. Han pasados dos años, jamás pensamos que el blog tuviera el éxito que ha tenido pero es justo por eso que creemos conveniente reflexionar en voz alta sobre si vale la pena continuar. Justo cuando estamos cerca de las 10.000 visitas mensuales, 80 países y otras cifras mareantes.
Que nadie entienda que esta reflexión la hacemos con el fin de encontrar ánimos por vuestra parte. Es simplemente una forma de poner por escrito lo que sentimos.
AdW se creo en un momento en el que a este colectivo le preocupaban varios aspectos de la poesía española contemporánea. Creemos que, en general, hemos fracasado en todos y cada uno de los objetivos que nos propusimos.
Contracrítica: Nuestro objetivo en este terreno era que el amiguismo que nutre las críticas de poesía, el compañerismo, la falta de objetividad y, en algunos casos, la falta de profesionalidad mejoraran. Hoy, dos años después, las cosas han empeorado. Babelia ha reducido notablemente las reseñas de poesía y en muchas de ellas continua el amiguismo generalizado, incluso hasta cierta provocación (recordad también algunas reseñas amiguistas de buenos cerebros y ensayistas como Prieto de Paula o Ortega en menor medida). El Cultural ha reducido a una reseña extensa su cobertura de poesía centrándose sobre todo en traducciones. Pero el amiguismo también ha seguido campando durante estos dos años. Recordamos las coberturas del premio Loewe, los artículos sobre DVD de Azancot, aunque hemos percibido una ligera mejoría de la objetividad. Sin embargo, el nivel de las críticas ha sido bajo, con muy poco valor añadido y en algunos casos cayendo en un estilo que, con el mayor de los respetos, daba algo de vergüenza ajena (Zaitegui). El otro gran suplemento, ABC, mantiene a un único crítico bueno entre sus filas mientras el resto es de nuevo un nido de amiguismo.
En otras palabras, no parece que la exposición pública de las camaderías y de las malas críticas haya tenido mucho efecto en los cambios de conducta salvo en algunos casos concreto como podría ser el caso de Manuel Rico en Babelia, con lo que mal que empezamos, o de Jaime Siles en ABC.
Premios de poesía: Poco ha cambiado también el panorama de los premios de poesía. Y lo peor es que no hemos podido publicar los casos más sonrojantes porque habrían tenido claras implicaciones legales y no era el objetivo de este colectivo. Pero la sombra de la duda, a veces de la certeza, sigue planeando hoy igual que hace dos años. De poco han servido tantas denuncias que hemos realizado. A nadie se le han caído los anillos porque los premios fueran anunciados de manera anticipada, o porque los jurados fueran un año jurado y otro premiado, o porque los jurados fueran premiando a distintos miembros de una misma tribu poética, todos amigos, o que algunas editoriales premien sólo a sus poetas a los que alimentos su bolsillo y su curriculum. O a que directamente se escojan poetas que pasan a rondas finales con una pre-selección previa de lo peor para que gane el elegido. No ha habido, que nosotros sepamos, ni un solo premio de poesía que haya instaurado un código deontológico como el que sugerimos en su día. Los jurados y todo lo que les rodea quieren oscuridad, lo contrario a luz y taquígrafos. Da igual que se juegue con dinero público o con el trabajo de cientos de poetas. A nadie parece importarle en absoluto. La normas del premio nacional de poesía han empeorado todavía más el premio. Sólo a los que parecen no ganar y que se presentan les importa este tema. Pero porque no ganan. Este capítulo mancha a todas las grandes tribus poéticas españolas. A todas sin excepción. Si por tanto, todos parecen querer jugar a este juego, ¿quienes somos nosotros para decir que está bien o está mal? Es predicar en el desierto. La ética, sea lo que sea, no importa. O la nuestra es la equivocada. Importa el fin. No los medios para lograrlo.
Calidad de la poesía y descubrimiento de nuevos poetas: Otro de los objetivos en los que este colectivo ha fracasado salvo en algún caso concreto ha sido a la hora de descubrir nuevas voces y poetas. La famosa sección de Secretos de poesía apenas ha tenido entradas. Por una parte el día a día nos ha vencido. Por otra las editoriales no han sido proactivas en sus envíos, en general. Hemos tenido que ser casi siempre nosotros los que pedíamos los libros. Al haber tantas editoriales, es difícil poder realizar esa labor de selección. Y tampoco hemos tenido mucha colaboración por parte de nuestros lectores. Por eso surgió la idea de presentar los premios anuales. Era una oportunidad de escarbar bien entre todo lo publicado. En ese sentido, estamos un poco menos descontentos porque sí hemos sacado algún nombre de los que no suelen figurar en los suplementos. Varios de los libros premiados este año y el pasado no habían sido reseñados y para el lector general de poesía incluso pueden ser desconocidos. Por otra parte, pensamos que hemos generado mucha frustración. Un número superior a 250 autores no han recibido ni un solo voto este año y una cifra similar el pasado año. ¿No es mayor el daño que el beneficio? Por terminar de complicar la reflexión, lo cierto es que es difícil encontrar buenos libros de poesía. ¿Cuantos buenos libros se publicaron en, por ejemplo, 1951? ¿O en 1879? ¿Se entiende la pregunta? Hay menos de diez buenos libros publicados al año. Si nos ponemos exigentes, menos de cinco. Si se publican más de 300, parece que estamos contribuyendo a la frustración de unas cuantas personas. ¿Quienes somos nosotros para generar esa frustración?
Nuestro criterio es uno más. El hecho de que nos parezca mala la poesía de determinados poetas, sean buena parte de los chicos de la experiencia, o aquella poesía más embellecida y heredera de grupos como Cántico y otros neobarroquismos modernistas, o cierto macarrismo en alguna poesía social, no significa que sea mala objetivamente. Sólo implica que a nosotros no nos gusta. No tenemos la posibilidad de objetivar lo que es buena poesía y lo que es mala poesía. Podemos hablar de innovaciones, de conservadurismo, de manejo técnico, pero a veces cuando decimos que un poema o un libro es malo, es sólo una opinión estética.
Daño: Y enlazamos esto con un punto importantísimo para nosotros. Sabemos que hemos hecho daño a algunos poetas con nuestras críticas. Algunos críticos parece que no les importa en absoluto hacer daño e incluso parecen disfrutar de ello. Nos estamos acordando ahora mismo de un crítico del norte de España que hemos leído muy recientemente en una entrevista. A nosotros nos jode hablar mal de un poeta, en especial si no ha habido nada de premios ni de cosas similares. Es decir, simplemente porque su opción estética, o la forma en la que la lleva a cabo, no nos gusta, lo decimos y hacemos daño. Incluso cuando ha habido corruptelas de premios, a veces nos hemos sentido mal criticando. Al fin y al cabo, parece que es algo inherente al ser humano entrar en ese tipo de oscuridad tan frecuente, ¿no? Los raros somos nosotros, no vosotros. Otras veces, cuando hemos reaccionado de manera exagerada a algunos insultos y cosas similares, también nos hemos sentido mal después. El objetivo de este blog no puede ser hacer daño a las personas. Y sabemos que lo hemos hecho. Mal. Muy mal.
Objetividad: Y ya para ir terminando, ¿hasta que punto somos objetivos? Somos cinco personas. Cada una conoce a un montón de poetas. Es verdad que podemos controlarnos mejor al ser un grupo pero, ¿no hemos dejado alguna vez de premiar a alguien porque lo conocíamos y pensábamos que debíamos ser más duros? ¿O no habremos hecho sin querer justo lo contrario y hemos sido más condescendientes? ¿Qué pasa con nuestra obra? ¿Cómo nos valoramos a nosotros mismos? ¿Nos hemos autocriticado más de lo normal para parecer que no éramos? ¿O para intentar ser falsamente objetivos? ¿O a veces también hemos sido más generosos de lo que debíamos con nosotros? ¿Es éticamente reprobable premiar a un miembro del colectivo? Parece que sí pero, ¿y si hemos sido injustos no premiándole en su labor como poeta si el resto cree que lo merecía? ¿O no sería injusto? ¿O sí?
Idealmente un crítico de poesía no debería de ser poeta. Y nosotros lo somos. Luego este colectivo se aleja de lo ideal. Y lucha por la objetividad pero parece una guerra perdida de antemano. Una quimera.
Estas son algunas de las reflexiones que ponemos en voz alta. Básicamente no sabemos si tiene sentido seguir. Sentimos que hemos fallado en buena parte de nuestros objetivos y sentimos también que hay una cierta expectación sobre lo que hacemos, responsabilidad que quizás nos viene muy grande. Un día u otro AdW desaparecerá. El nivel de trabajo que exige no se puede mantener de manera indefinida. La duda es no si cerramos sino cuando. Si hemos fracasado, deberíamos cerrar ya. Si hemos logrado cambiar algo, quizás se puede cambiar un poco más antes de echar el cierre, pero deberíamos cambiar fondos y formas. Nosotros comenzamos a pensar en el fracaso generalizado y absoluto.
Gracias a todos por habernos seguido hasta aquí en cualquier caso. Sea cual sea la decisión final, hemos aprendido mucho, tanto de nuestros amigos como de nuestros enemigos. A todos nos une el amor a la poesía. Eso debería haber sido suficiente.