sábado, 3 de mayo de 2008

Tomás Segovia con Siempre todavía. Y Francisca Aguirre con Nanas para dormir desperdicios

Babelia presenta, como gran novedad, dos reseñas de poesía frente a una que presenta El Cultural.

Comenzamos con la reseña que escribe Antonio Ortega sobre el libro de Tomás Segovia "Siempre todavía. Poemas 2006-2007". Edita Pre-textos.

Antes que nada, nos alegramos que Antonio Ortega vuelva a la crítica en los medios de comunicación. No vemos conflictos de objetividad del crítico ni con la editorial ni con el autor. Tampoco lo tenemos nosotros aunque siempre nos da cierto pavor criticar la obra de un poeta que escribe un poemario a los 80 años.

Se abre el poemario, en la primera de sus tres partes, con "Final del tunel", título premonitorio. En esta primera parte predomina la textura nostálgica, la reflexión sobre el paso del tiempo. El tono es contenido, lejano al victimismo, sereno. El poeta se pregunta "cuanto tiempo aún / He de seguir pensando en la muda penumbra". Existe alguna imagen que nos recuerda a otros poetas como la del gladiolo que se "yergue bajo el viento frío" en su "lucha a solas por sobrevivir" y alguna metáfora ya leída en muchos libros "Es porque en la llanura de su alma / Está también anochecida la ilusión", aunque todo se perdona ante el magnífico último poema de esta primera parte, "Crónica", que termina de esta maravillosa manera: "Y tener todavía que seguir adelante / Metido en esta carne / Que tan conmovedoramente lucha / Por estar a la altura de lo que fuimos juntos".

La segunda parte del poemario, "Hoy es siempre" es la parte central y más amplia del mismo. En ella, el poeta adopta un tono más optimista que en la primera, a veces casi rozando el canto, y recorremos con el invierno, primavera, verano y otono en un camino circular. Comienza esta parte con un poema que puede ser la explicación al título. En el poema, titulado "Como siempre", el poeta nos dice "Y otra vez como siempre se despierta en mí / Este causto husmear tras las palabras / Esta certeza de que desde allá / Me están pidiendo que responda / Y esta promesa que le hago y me hago / De no desertar nunca de este puesto". El poeta nace poeta y muere, siempre, escribiendo.

El poeta canta al bosque ("Todo en aquel lugar estaba suspendido / A un porvenir lentísimo y sin choque / Un porvenir en sueños"), al "Frío bueno", al invierno ("Hoy huele deliciosamente a invierno / A húmeda hierba adormilada / A hojas muertas revueltas por el aire..."), a los nidos, la primavera, el amanecer, a un fruto de su tierra ("Nada amanece más / Que la casta naranja en su aureola"), al pájaro que nos sobrevuela ("Sabiendo que jamás será avanzando / Como lo alcanzaremos"), a las atalayas, al mar. Quizás este pequeño poema resume la sabiduría del poeta, su capacidad para detener el tiempo y su bondad verdadera:

Pinos

Mira alzarse los pinos en su redondo aplomo
Tras la fina neblina
Y aquí copados por el cerril invierno
Dejar a descubierto su pletórico verde
Sin el menor rencor

La envidiable fortaleza mental del poeta ("Resistiré que duda cabe / Pero qué peligroso algunas veces / Querer siempre otra cosa y otra historia"), su capacidad de cantar sin caer en el amaneramiento ("Tan lindo el día y todo él tan sano / Tan sin blandura tan sin ñoñería"), continúa en este espléndida segunda parte "No contra el viento fresco / Más bien para meterme en su torrente". "Cómo no despertar cada mañana" se pregunta el poeta "Si siempre está esperándome una hora / Para que yo le cumpla". El poeta conoce bien los peligros de la reflexión en exceso ("Y otra vez he sabido que allí estaba pactado / Como entre los amantes verdaderos / No preguntarnos nada").

El poeta cuida además con especial cuidado los finales, algunos de los cuales serán posiblemente antologados: "Ah no / No humillaré la maravilla". Y como en el poema "Madrugador": "Y preguntarme emocionado / Si son unos humanos misteriosos / O unos cómplices dioses / Los que dejan así desierta la mañana / Para mí toda". O en el excelente "Al acostarme", que no transcribimos para no abusar.

A veces, como es lógico, se cuela en el poeta un cierto pesimismo, nunca desde un nihilismo, sino casi en clave de dificultad: "Qué difícil seguir aún sereno" o en los magníficos poemas "Día gris" o "Pura nostalgia"

Entre tanta contención, en pocas ocasiones pero ocurre, el poeta excede la carga lírica del verso ("cambia el rizo a mi nostalgia", "en la vuelta del fleco de su ola", "a la alegría siempre le habló en su idioma").

Entre los poemas finales de esta larga segunda parte destacamos "Nocturno II" ("Porque no es en verdad el sueño / Eso que busco a ciegas / Sino la huella sepultada en la sombra que lleva / Al negro vientre vivo donde cierra los ojos / Una dicha global sin centro ni futuro") y "Rumbo".

La tercera y última parte lleva por título "Gestos de amor". Comienza con un soneto lleno de ingenio y picardía, y le acompañan otros cuatro poemas en los que el poeta reflexiona sobre el amor, con un nivel medio bueno, pero sin llegar a la altura de la segunda y magnífica parte.

En conclusión, un poemario que rebosa oficio y sabiduría, con algunos poemas excelentes, en el que el poeta apenas comete errores ni cae en el sentimentalismo más sencillo ni en el también fácil nihilismo al que hace propensa la edad. Uno de los mejores libros de lo que llevamos de año, y anticipamos que uno de los mejores del año. No sabemos si Tomás conserva su nacionalidad española, pero si la conserva, debería ser candidato al premio Nacional.

Valoración del libro "Siempre todavía": 7, 75 / 10

La siguiente crítica de Babelia es del libro de Francisca Aguirre "Nanas para dormir desperdicios". Publica Hiperión. Realiza la crítica Manuel Rico.

Vemos problemas de objetividad por la parte del crítico, cuyo último poemario fue publicado en Hiperión, y a quien Francisca Aguirre dedica el poema "Nana de las sobras" en este mismo poemario. Además, publicó como director editorial el penúltimo libro de la poeta: "La herida absurda".

Valoración a priori de la objetividad del crítico en este caso y en nuestra opinión: 3 / 10

Respecto a nuestra objetividad, el cariño hacia esta poeta es elevado y tampoco nos ponemos una nota elevada de objetividad a priori: 4 / 10

El libro fue premio Alfons el Magnànim-Valencia de Poesía en castellano 2007. El jurado estuvo compuesto por Antonio Hernández, Jesús Munárriz, Gonzalo Santonja, director del Instituto Castellano-Aragonés de la Lengua, Luis Alberto de Cuenca, y Ricard Bellveser, director de la Institució Alfons el Magnànim. Aunque Francisca ya había publicado en 2002 en esta misma institución valenciana, y por tanto el voto del director de esta institución podría estar más sesgado, el hecho de que el poemario fuera premiado por unanimidad nos lleva a pensar en la equidad de la elección final del jurado, quien quizás también haya querido premiar a una poeta cuyo curriculum de premios "importantes" hasta la fecha no era excesivo.

El libro es una colección de 31 nanas que comienza con la "Nana del desperdicio", en la que, desde su existencialismo característico, apenas visible en este poemario, la poeta asevera: "La vida puede ser también un desperdicio".

La mayoría de las nanas girarán en torno a los desperdicios, a lo que aparentemente no nos gusta de la vida y despreciamos, aunque también tiene un papel vital la música en casi todos los poemas. En general predomina lo cotidiano, y suelen estar presentes los recuerdos de posguerra de la poeta, recuerdos de cuando la vida era bastante más dura (por ejemplo en la "Nana de las mondas de patata" o en la "Nana de los libros viejos").

La poesía como canto, y por tanto música, puede ser clave para vencer aunque sea momentáneamente el vértigo existencial y entender buena parte del poemario: "Da igual, sé que da igual, lo importante es cantar, / cantar para que duerma al fin / eso que llora y llora sin parar / dentro del corazón aquel / lleno de escombros".

Hay nanas notables como "Nana de las cicatrices", "Nana del envés", "Nana de los misterios", "Nana de las baratijas", "Nana de las sobras", con un marcado carácter social, "Nana del desperdicio de la tristeza", y el último poema, "Nana de la tristeza".

Y también hay nanas donde el poema se queda en un esbozo de un pensamiento o un recuerdo expresado de manera narrativa: "Nana de lo imposible", "Nana del sobresalto", "Nana de los cajones", etc.

En general, el poemario está por debajo de la mejor Francisca, aunque hay momentos en donde la poeta muestra su verdadera fuerza: "una gota de lluvia / en una hoja", "las estrellas tienen el mismo resplandor / que la música que emiten, / es decir, su música y su brillo permanecen intactos". En este sentido, destaca el poema dedicado a su marido, Félix Grande, en la "Nana de las esquinas".

El poemario se nutre en ocasiones de un inteligente sentido del humor, que podría ser explotado con mayor asiduidad. En algunas ocasiones los poemas tienen la ingenuidad y profundidad de parte de la poesía de Gloria Fuertes, como en el caso de la "Nana para dormir relojes". A veces, sin embargo, el exceso de ingenuidad hace que el poema pierda interés como en el caso de la "Nana de las tachaduras", o la "Nana de las espinas", donde la continua prosopopeya no funciona. La bendita ingenuidad de nuevo en la "Nana del odio"

Quizás uno de los problemas de este poemario de Francisca sea el uso continuado de temas y palabras que han sido lugares comunes de la poesía durante siglos, sin que se les llegue a dar un nuevo sentido. La poeta no llega a caer en la cursilería pero sí en un sentimentalismo que nos cuesta compartir en ocasiones. Las reflexiones, además, son excesivamente sencillas y poco originales ("Nana de los despojos") y el poemario, quizás lo peor y nuestra mayor diferencia en el análisis que realiza el crítico, cae frecuentemente en el prosaísmo.

Aún así, Francisca Aguirre es una poeta con una larga trayectoria, ninguneada por la crítica en sus mejores momentos, como en su excelente primer poemario: Ítaca. En este sentido recordamos que la poesía completa de Francisca está recogida hasta el año 2000 en el libro editado por Calambur "Ensayo General". Otro libro destacable de la poeta es "Herida absurda", publicado por Bartleby en 2006.

Valoración del libro "Nanas para dormir desperdicios": 6 / 10

Respecto a El Cultural, esta semana una sola reseña, de la misma editorial de siempre, su queridísima Visor, esta vez para presentar la tercera edición de la poesía completa de Pablo García Baena, prologada por Luis Antonio de Villena. Cómo no, la reseña la firma, nos encanta repetirlo, el premio Visor Melilla de poesía, Francisco Díaz de Castro, en un ejemplo más de eso que hace tan sólo una semana Juan Palomo exigía en su editorial al ministro de cultura: incompatiblidad. Como es una reedición, como el poeta humanamente nos cae tan bien como alejados estamos de su poesía manierista y amanerada, pequeña discrepancia con tu prólogo, Luis Antonio, y como seguimos sin querer seguir el juego unieditorial en que se está convirtiendo la sección de poesía de El Cultural, aquí nos quedamos.