sábado, 28 de junio de 2008

Antonio Colinas. Desiertos de la luz. El Cultural


Hola a todos:

De las dos reseñas de poesía que trae El Cultural esta semana, dejamos la de Camilo José Cela para los amantes de la disciplina inglesa. Nos centraremos en el último poemario de Antonio Colinas, "Desiertos de la luz". Publica Tusquets. Realiza la crítica Túa Blesa.

Colinas es crítico de El Cultural y no es mal crítico desde luego. Pero la objetividad que puede tener un compañero suyo la ponemos en cuarentena. Ser crítico de poesía siendo poeta no da dinero, o da muy poco. Pero da un inmenso poder poético. Por eso hay tortas en la cola de entrada a los suplementos y los más "listos" de nuestros jóvenes compañeros van haciendo su hueco en suplementos, webs y diarios de menor calado. En ese juego que tan poco nos gusta está el señor Colinas, por mucho que se dedique a poesía extranjera.

Objetividad a priori del crítico, en este caso, en nuestra opinión: 2 / 10

Como resumen de la reseña de Túa, este final con una metáfora brillante y arrebatadora: "Quien se aventure a atravesar estos desiertos sin duda quedará iluminado por su luz poética.". Arrebatados quedamos.

Nuestra objetividad se ve influenciada por este hecho: 4 / 10

Vamos a hacer esta contracrítica más breve de lo habitual porque nos ha aburrido tanto el libro, nos ha irritado hasta tal extremo, especialmente en su primera parte, que no queremos contagiar nuestro aburrimiento haciendo un análisis poema a poema.

De hecho, uno de los primeros errores del libro es la insistencia del autor sobre los mismos temas, las mismas palabras, los mismos finales, hasta que rápidamente lamentamos tener que quedarnos hasta el final del libro en vez de devolverlo inmediatamente a la librería. Como si fuera una litografía numerada, cada poema parece uno más de una serie 1/x.

Ya nos habían advertido nuestros amables lectores de que la foto de Antonio mirando el cielo, como poseído por un haz divino, era sospechosa. Y nada más y nada menos que eso es lo que ha ocurrido. El Espíritu Santo se ha apoderado del alma del poeta, y de algunas cosas más porque como intento de libro místico, una de nuestras debilidades, el libro es un auténtico fiasco. Como libro de poesía, también.

A veces se habla de Machado, con cierta mala leche, como el mejor poeta del siglo XIX. Quizás habría que considerar si Colinas podría ser, desde luego no el mejor, pero sí un poeta muy anterior a los tiempos que vivimos.

El libro se divide en dos partes. La primera, y todavía peor que la segunda, se titula "Cuaderno de la vida". La segunda, "Cuaderno de la luz".

Los mayores errores del libro, según nuestro juicio crítico, son la sobreabundancia de clichés, la falta de recursos técnicos, la falta de originalidad en la temática, la falta de originalidad en la forma, la métrica forzada y anquilosada, el amaneramiento, etc

Cuando nos referimos a clichés queremos decir esto exactamente: "Nuestra patria debiera ser el mundo"; "tú germinabas silenciosamente / en mi interior"; "y cantaba, cantaba / tu palabra en la luz y en las sombras sonoras"; "que me abren la granada / cárdena de su sangre"; "nuestra sed de infinito"; "es un espacio en que la nada es todo / y el todo es la nada"; "portando entre las palmas de sus manos / una llama"; "donde el ocaso viene a posar / las brasas de los suyos", "...y por estas brasas / del sol último enrojeciendo el horno del pórtico"; "Y era el otoño de él"; "Era el otoño ya maduro de ella"...

Como dice el propio poeta, "tanta y tanta palabra desgastada".

En el aspecto técnico, el texto abusa hasta lo insospechado tanto del oxímoron como de la paradoja, tan de moda por lo que parece: "pero el hombre aún no sabe que no sabe", "un fuego /que arde y que no quema", "en un tiempo sin tiempo"; "antes que esta luz /.../se torne negra"; "saber que este cuadrado / de la plaza es un círculo de hogueras"; "que arde / sin arder, que quema / sin quemar"; "...palomas con escarcha / que arden sin arder...", "pero a la vez tus dedos eran llamas,"; "hasta llorar por siempre de alegría / lágrimas negras", olé el Cigala; "...música que suena / para aquel que no escucha, que le habla / a quien no habla y que muy dulcemente / le abre los ojos para siempre a aquel / que los tiene cerrados a la luz."; "¿Acaso estás ofreciendo su nada a una nada / que es todo para él?"; "esas eternas piedras vivas / que están muertas, / esas eternas piedras muertas / que están vivas"; "en la que, siendo noche, luce el día"; "de un vivir sin vivir"...

Alguna metáfora es realmente de taller de poesía: "y que nos va quedando poca leña / entre las manos para alimentar / la mínima hoguera del espíritu."; "en la quilla / del mirador"; "si la quilla del barco que es esta azotea"; "fundiéndose en el mismo horno de cobre del sol"...

Por supuesto, no falta el amaneramiento, muy en la línea de los algunos de los últimos libros de Tusquets: "respirar dulcemente la música que huye / a los prados remotos del firmamento"; "Si pudiese apoyar mi frente en ti / y perder el sentido! / ¡Si pudiese / extraviarme por siempre en tu pureza"; "donde / dialogan los rayos y el pinar"; "como si en ellos bebiese mi rostro / tardes del paraíso"; "¡tanto cielo azul / tallado a diamante..."; "Y si fuésemos sólo ese color /escarlata de la flor del granado"...

Cuando hablamos de métrica forzada hablamos de "mas Dios es la no guerra"; "Se alza entonces una brisa süave /.../ que no cae, mas que en bruma se deshace"; "sea un bello cuadrado: ágora de más vida". El léxico y la sintaxis se retuerce lo que haga falta con tal de que la cifra de sílabas sea impar. Da igual que todo suene igual y además antiguo. La métrica es mucho más que eso, señores. Es una ciencia y un arte, no una mísera regla de tres.

Todo ello saturado de palabras que se repiten, algunas hasta la saciedad, como luz, hoguera, fuego, música, misterio, laberinto, oro, piedra/s, cigarra...

Hay algún poema que aislado, olvidando que ya ha sido de alguna manera leído en otro lugar del poemario, funciona, como puede ser el caso de "Desiertos de la luz", "En el Mar Muerto", "En Bruselas" o "Tiempo del cielo". Y también hay poemas que sonrojan, y que nos llevan a preguntarnos para qué sirve un editor, o si debería cambiar el nombre de su profesión, como es el caso de "La lámpara de barro", una "originalísima" variación sobre el Padrenuestro.

Acabamos el libro, y al contrario que los buenos místicos, no queremos saber nada más de la luz de Antonio, de su hoguera, su fuego, su verdad y descubrimientos en las tierras de Israel. Un poeta grande se distingue del resto por su originalidad de forma y fondo. En nada de esto se distingue Antonio y nos trae además uno de los peores poemarios que hemos leído desde hace tiempo, que establece una peligrosa línea de continuidad con el Vicente Gallego de "Si temierais morir" y que le pone en bandeja a Visor el mercado poético de los grandes nombres mediáticos. Poemarios como éste hacen bueno a Montero y a Benítez Reyes.

Valoración del libro "Desiertos de la luz": 3,5 / 10

PD.- Tras dos semanas de sequía, vuelve Babelia con poesía. Una larga reseña del último libro de Ángel González...